Astorga es una de esas ciudades que todos
tendrían que visitar una vez en su vida. No es grande, pero como en Roma,
Paris, o las otras grandes ciudades europeas, tiene rastros de historia
milenaria en cada esquina. Lo único que me dio pena fue que no pude entrar a la
Catedral, ya que te cobran entrada para visitarla, yo como Católico, me rehúso
a pagar para rezar o visitar un templo. Con más razón en España, donde la
iglesia católica, por ser el culto del estado, recibe todo tipo de beneficios
económicos de parte del gobierno. Es decir que es el pueblo español el que
mantiene las iglesias. Creo que cobrar es un abuso y que está totalmente fuera
de lugar. Aclaro que no es una situación particular de Astorga, sino que me
paso también en Londres en Westminster.
A lo positivo…
Astorga te invita a dos cosas, a comer y a
caminar. Yo lo hice precisamente en ese orden, después de descansar un poco,
salimos a caminar, pero terminamos con algunos amigos, sentados en la plaza del
ayuntamiento, comiendo tapas y tomando cañas, la tarde se desarrolló
lentamente, disfrutando del ambiente general, probando los típicos dulces y
golosinas de Astorga, admirando el ida y vuelta de los lugareños en general y
de los peregrinos que en grandes cantidades se paseaban por las calles.
Y después… Cocido manchego, una comida que
hay que comer si es posible al mediodía, a tal punto que los restaurantes que
se dedican a ese plato típico, ni se molestan en abrir para la cena. Nosotros,
que en ese sentido, estábamos más desorientados que Adán en el día del padre,
nos decidimos a comerlo para la cena. Craso error, primero que por lo que
después nos explicaron, vas a estar comiendo las sobras del mediodía
recalentadas. Segundo que algo tan pesado y abundante te deja extremadamente
lleno y no te va a dejar ni dormir.
Garbanzos, vegetales, papas, todo tipo de
carnes de todo tipo de animal (cerdo, res, ave), morcillas, chorizo, tocino.
Sopa de cabellos de ángel, vino, pan, postre, chupitos de orujo…. Ay mamita, no
me des más.
Mientras todos se dirigían a los albergues,
prontos para el descanso de la noche, yo redondo y satisfecho, me dirigí hacia
las murallas, despacio y al atardecer me camine casi 2 kilómetros de murallas,
admirando la belleza de la ciudad y tratando de alivianar el estómago.
El castillo edificado por Gaudí, es uno de
los lugares destacables, así como la Catedral y las calles estrechas y pequeños
callejones que te invitan a recorrerlos, a la hora en que la luz empieza a
escasear, estos lugares se vuelven intrigantes. Me perdí en ellos, sin rumbo,
disfrutando la soledad y a la vez escuchando los ruidos y rumores de una ciudad
que llena de vida, me incitaba a seguir explorando, pero el cuerpo me pedía
descanso.
Dentro de dos meses comienzo otro Camino,
esta vez por La Vía de la Plata, lo que me da la opción de seguir por el Camino
Sanabrés o seguir hasta el Camino Francés y Astorga, esa ciudad que tanto me
atrajo. Es la razón por la que todavía no me he decidido de que Camino usare
para llegar a Santiago por segunda vez.
A las fotos y nos vemos pronto, ya que hasta
Santiago no paro.