El 3 de octubre regrese a casa, todo magullado físicamente, porque el esfuerzo fue grande, pero recontento de haber logrado la meta que me había propuesto. Desde ese día hasta ahora, estuve en plan recuperación, física y mentalmente. Ahora, ya más tranquilo, intentare volcar fotos y memorias, como siempre lo hago, como una especie de archivo para mí mismo, pero para aquellos que de cualquier manera siempre me siguen en El Corral, espero que lo disfruten, aunque sea repetitivo.
Trataré de llevarlos desde St. Jean de Pied du Port en Francia hasta Santiago de Compostela en ancas de mi memoria, y con fotos que me ayudaran a recordar y recrear lo vivido...Buen Camino!!!
Juan Alberto Pintos
Viana, Ciao Gregorio...Hello Kitty...
Viana y el espíritu del Camino
A Viana, me rindo… agua
La salida de Villamayor de Monjardin, nos lleva por sus calles empinadas hacia un hermoso valle ondulado que se extiende hasta casi la entrada de Los Arcos, son más de 10 km . de toboganes leves, con plantíos de cereales y viñedos que a pesar de hacerse un poco monótono, calma el espíritu e invita a caminar con oración y reflexión en mente.
Los Arcos es majestuosa, sus calles angostas, su plaza principal donde encontramos un hermoso mercado vecinal. Su Iglesia principal y ayuntamiento estan adornados por sus hermosos arcos arquitectónicos que le dan el nombre a la ciudad. En el mercado me abastecí de chorizo, pan y queso, en el banco aproveche para rellenar la billetera que venía boqueando, nos encontramos con Ana, Jordi y Sara, nos tomamos un café, descansamos y después de un rato comenzamos de a uno a proseguir la ruta.
Como yo tenía en mente estar en dos días en Logroño, y tenía que encontrarme con Kitty al mediodía en el centro de esa ciudad, decidí hacer unos 30 km . hasta Viana, desde donde estaría a unas cuatro horas de cómodo andar hacia la cita con mi amiga, por lo tanto mi meta de hoy era la antigua y hermosísima ciudad de Viana.
Los próximos 20 km . que enfrente fueron quizás, los más duros físicamente y mentalmente, que enfrentaría en la primera parte del Camino. La temperatura andaba arriba de los 30 grados, el sol caía con toda su fuerza y a eso del mediodía te quemaba la piel, al punto de que para protegerme me tuve que poner una camiseta de manga larga, que a pesar de que era muy caliente, me protegía de llagarme los brazos. Sansol, Torres del Rio, el Alto del Poyio,Barranco de Cornava… subidas y bajadas acentuadas y que el calor hacia más difícil de digerir.
Después de pasar Torres del Rio, comenzó la tortura, hacía rato que no veía a nadie en el Camino, a pesar de que estaba bien demarcado, cada tanto dudaba de mi rumbo y cuestionaba si me había equivocado de ruta, todo fruto del calor y la desolación que se estaba apoderando de mi. El alto del Poyio con su antigua y hermosa ermita me ven pasar sin casi prestarle atención, con la botella de agua casi vacía, paso casi al trote por la fuente sin recargar. Al rato cuando se me termina el agua, me descuelgo la mochila para sacar mi botella de reserva, que la había puesto ahí en St. Jean de Pied du Port.
La botella de reserva no estaba, donde la había perdido no sé, solo sé que estaba en seco y el sol abrasador me exigía agua y me torturaba. Al borde de abandonar, agotado física y mentalmente, viendo que se venía otra altura, me acerque a la carretera a esperar un auto o un ómnibus que me acercara a Viana. Me senté a la sombra de unos arbustos y me di 15 minutos de espera,
si en ese tiempo no pasaba nada, significaba que tenía que seguir y Santiago tenía designado que llegara a Viana a pie.
Nada, pasó el plazo, cumpliendo con lo que me había dicho, rumbee para el Camino que estaba a unos doscientos metros, cuando llego a la cima y me reintegro a la ruta, escucho la bocina de un auto que desde la carretera me saludaba. Me sonreí, sacudí la cabeza, entre a caminar a paso seguro.
A la hora de camino y después de saciar varias veces mi sed con uvas verdes de las viñas circundantes me encontré con un pareja de italianos jóvenes que extenuados, se habían sentado a la sombra a comer y tomar algo, compartieron conmigo un poco de agua y me dieron media botellita para llevar. El agua parecía caldo, caliente y poca. Volví a surtirme de uvas verdes y robadas, para combatir la boca seca y seguí gastando talón, a paso firme. Con Viana ya a la vista pero como a 3 km . de distancia, de atrás alguien grita mi nombre, era Sara que supuestamente se había quedado a dormir una siesta bajo los árboles, espere a que me alcanzara, ella como siempre lucia alegre y totalmente descansada, me dio la mitad de su agua y siguió adelante rauda y silbando una canción… fue la última vez que la vi.
De capa caída, agotado, reseco y con el espíritu en duda llegue a la entrada de la ciudad, donde una hermosa fuente de agua fresca me esperaba de brazos abiertos. Bebí, recé, celebre, me descalcé y bañe mis pies en la fuente.
Había llegado a Viana… ahora sabía que mi destino deparaba que hasta Santiago no paraba.
Hacia Villamayor de Monjardin, llagas, vino, Koki y Brasil
La bajada y salida del pueblo, es empinada y como recién esta aclarando hay que cuidar los pasos, para no terminar rodando hacia el valle. Los pies se posan ahora en una antigua vía romana, que nos acompaña por alrededor de 2 kilómetros. De a poco Jordi comienza a tomar su paso habitual y yo el mío, lo que significa que en poco rato ya no lo veré y nos encontraremos en la próxima parada o en algún pueblo para almorzar, ya que mis almuerzos son de 10 o 15 minutos y los de él pueden ser da una hora o más.
Se suceden un montón de subidas y bajadas que a pesar de no ser de gran altura son bien empinadas, como la entrada a Lorca, Villatuerta y Estella. Todos estos lugares nos muestran unas construcciones medioevales de gran envergadura y la mayoría de ellas bien conservadas, además de muchas vistas de valles y grandes extensiones que representan las típicas postales del Camino, donde las sendas se extienden por kilómetros rodeadas de plantaciones de cereales y las viñas que ya de a poco se empiezan a insinuar, adelantando la llegada a La Rioja.
En este trecho, sentado al borde del sendero, cansado y medio como rezando, siento que una pareja de peregrinos se viene acercando, una música alegre los acompaña en su paso acelerado, pero no apurado, ya que avanzan decididamente pero sin mostrar apuro o urgencia. Yo sentado sobre una piedra baja, no me había sacado la mochila, porque me servía de respaldo contra un terraplén que tenia atrás. Mientras comía una banana que me había dejado Jordi y bebiendo mi infaltable coca cola, los veía acercarse como bailando. Uno era un brasilero, joven, esbelto y mostrando en su vestimenta y mochila los verdeamarelos tan típicos, el otro, alto, flaco de paso largo pero no apurado, japonés y de nombre Koki. Los dos caminaban juntos desde Pamplona, comunicándose en
el poco ingles que ambos tenían, pero no parecía un obstáculo para seguir juntos y contentos.
Se paran frente a mí para saludar y conversar, yo trato de pararme, pero el peso de la mochila y lo bajo de la piedra me lo dificultan. Los dos al mismo tiempo me extienden una mano para ayudarme, cada uno me habla en su idioma, pero creo que los dos decían lo mismo…”vamo’arriba viejo”.
Pamplona a Cirauqui, cuestion de fe, fuentes y perdón
Con el alma un poco apesadumbrada, a las seis de la mañana me puse en ruta, después de haber disfrutado una buena estadía en Pamplona y en el hermoso albergue parroquial de Jesús y Maria, limpio, prolijo, bien equipado, en el centro histórico de la ciudad y además de todas las facilidades también había un grupo de hospitaleros que te recibían y despedían con una sonrisa.
Todavía estaba oscuro, pero el Camino dentro de la ciudad está bien marcado y las conchas símbolo del Camino de Santiago, iluminadas justo hasta la salida.
Crucé un hermoso parque que linda con la Fortaleza de Pamplona y caminé junto a un rio hasta que casi sin darme cuenta, estaba llegando a Cizur Menor, donde mi compañero Jordi y Ana habían ido a dormir. Un poco dolorido de haber sido dejado atrás, ni me preocupe de saber si ya habían partido o todavía estaban en preparativos, eran apenas la siete, mire el albergue donde ellos estarían de reojo, como caliente, y aceleré el paso, asegurándome a mí mismo que solo o acompañado, hasta Santiago no paraba.
Al amanecer las tres iglesias del pueblo se veían majestuosas, mirando para atrás y con el sol apenas salido sobre el horizonte era una vista maravillosa.
Las aspas de los gigantes molinos/turbinas que cubren todo a lo largo la Sierra del Perdón, a lo lejos, brillaban amenazantes, la altura y la distancia a la que estaban, ponía una sombra de duda en mi y en todos los caminantes. El camino largo, angosto, pedregoso y escabroso se mostraba como invitando a comerte de una solo mordida.
Zariquigui nos espera en la cima del primer repecho importante que subo, a la entrada, la magnífica iglesia de San Andrés, te recibe con una fuente de agua fresca, muros y bancos donde sentarte a desayunar y descansar un rato. Después de once kilómetros de caminata, es como un oasis, compro un café y una coca cola en un chiringuito frente a la iglesia, con pan de ayer, queso y un bollo dulce desayuno. Después de rellenar mis botellas de agua y estar pronto para partir siento mi nombre gritado a toda garganta. Como a doscientos metros antes del pueblo, cuesta arriba venían Jordi y Ana, quienes al verme ya con la mochila colgada y bastón en mano, gritaban para que los esperara.
Con abrazos y palmoteos en la espalda, nos saludamos los tres, con evidente alegría del reencuentro. Yo ya estaba curado de mi enojo y contento de verlos. Ellos decidieron desayunar, yo, como siempre soy el más lento y el camino que venía era bravo, comencé a caminar a mi paso, sabiendo que me alcanzarían más adelante, para terminar la etapa juntos.
La fuente de la Reniega me esperaba antes de comenzar el ascenso, dicen que el nombre viene de una leyenda que cuenta que, en tiempos antiguos, el Diablo se le apersono a un peregrino sediento y le prometió todo el agua que quisiera y necesitara, a cambio de renunciar a Dios, la Virgen Maria y el apóstol Santiago. El peregrino casi al borde de la muerte, se negó a su pedido y comenzó a rezar fervorosamente, una vez que el Diablo se fue totalmente defraudado, apareció una hermosa fuente de agua clara, fresca y cristalina, que sacio la sed del fiel y lo premio por su fe.
Volqué el agua que tenía en mis botellas, yo también simbólicamente quería beber de esa fuente y renegar del Diablo. Me sacie y sentí como que me lavaba el espíritu. Simplemente una cuestión de fe.
Dicen que al llegar al Alto del Perdón, todos tus pecados son perdonados, yo diría que con lo que sufrí para llegar arriba, también tendría que ser perdonado por todos los que cometa de ahora en adelante, es decir que se merecería un perdón vitalicio.
En la altura hay unas figuras metálicas, donde se ve la frase “Donde se cruza el camino del viento con el Camino de las estrellas”.
Estas figuras erigidas y diseñadas por el artista Vicente Galbete, nos muestran peregrinos de diferentes épocas en su Camino De Santiago. Una hermosa obra que a pesar de estar justo debajo de los molinos gigantes y su zumbido, no pierde importancia haciéndote recordar que estas en un camino milenario y siguiendo los pasos de miles que ya hicieron el sacrificio.
La bajada es tanto o más dura que la subida, el viento embolsa la mochila y te zarandea de lado a lado, obligando al bastón a ser tu soporte principal.
Uterga , Murazabal y Obanos, se suceden uno atrás del otro en los últimos kilómetros antes de llegar al Puente de la Reina. Este lugar, donde se unen otros dos caminos que vienen del sur y del norte, es el lugar preferido históricamente para albergarse por la noche, después de más de 20 kilómetros de fajina.
Yo a pesar de haber sufrido mucho la Sierra del Perdón, me sentía muy fuerte y con ganas de seguir, así que recorrí el pueblo lentamente disfrutando de todas sus bellezas y Salí por el antiguo Puente de la Reina rumbo a Mañeru, a unos seis kilómetros de distancia. El sendero empezó a subir rápidamente y dude de haber tomado una buena decisión, ya que sin mirar el perfil del camino, me había lanzado a caminar sin pensar en los altos que se venían. Pero ya estaba en el baile, así que en una fuente, recargué agua, me sacié la sed y le di para adelante.
En la cima de un repecho asqueroso divisé el pueblo y pensé que no estaba tan mal, cantando o silbando, contento con lo logrado subí lentamente y me dirigí al albergue.
“CERRADO POR LAS FIESTAS DEL SANTO” leía el cartel en la puerta del único albergue del pueblo, a unos cien metros, la música en la Plaza Mayor indicaba de la algarabía de los locales todos reunidos en la celebración. Me acerque, comí una salchicha al pan, me tome mi coca cola de rigor, hice preguntas sobre donde quedarme y ahí fue donde descubro que si quiero dormir al abrigo, tengo que caminar otros tres kilómetros hasta Cirauqui.
Ahora si estaba cansado y casi desahuciado, un local me mostraba el camino a seguir y decía que era bastante plano. Cirauqui un pueblo de la época medieval, está en la cima de un cerro, después de unas de las cuestas mas empinadas que había encontrado hasta ahora. Descansa un poco el espíritu el
ver este pueblo rodeado de viñedos y plantíos de cereales. La calle empinada que se transforma en escalera y llegue hasta las murallas de la ciudad, me llevo hasta la Plaza Mayor y la Iglesia de San Román, pero lo más importante hasta un albergue donde me esperaba Jordi, que había llegado un rato antes.
Había hecho unos 30 km ., estaba rendido, antes de entrar, me descalcé, me sacié de agua de la fuente de la iglesia y me acosté en el empedrado de la plaza… “la pucha llegué” me decía entre mi, contento de saber de qué hasta Santiago no paraba.
A Pamplona, puentes, ríos, Sara y adiós a Mertxe.
A Zubiri... y el concierto.
Aunque los peregrinos franceses parecen que están en una carrera y corren de albergue en albergue como caballos desbocados. No creo que la mayoría de ellos disfruten mucho del camino como experiencia cultural y religiosa.
Después comento más sobre ese fenómeno que es El Camino como senderismo.