El 3 de octubre regrese a casa, todo magullado físicamente, porque el esfuerzo fue grande, pero recontento de haber logrado la meta que me había propuesto. Desde ese día hasta ahora, estuve en plan recuperación, física y mentalmente. Ahora, ya más tranquilo, intentare volcar fotos y memorias, como siempre lo hago, como una especie de archivo para mí mismo, pero para aquellos que de cualquier manera siempre me siguen en El Corral, espero que lo disfruten, aunque sea repetitivo.

Trataré de llevarlos desde St. Jean de Pied du Port en Francia hasta Santiago de Compostela en ancas de mi memoria, y con fotos que me ayudaran a recordar y recrear lo vivido...Buen Camino!!!

Juan Alberto Pintos

Puentes, rampas, chocolate con churros y Leon

El sol madrugador, nos despedía de Mansilla de las mulas, tirándonos unos rayos de luz por sobre las murallas que dejábamos atrás, al cruzar el puente sobre el rio Esla, ya queda atrás  Mansilla y los recuerdos de un día donde la alegría había reinado.
El trayecto no tiene nada de especial, senderos muy cerca de la carretera o mismo sobre ella, algunos montes de acacias que parecen que fueron puestos ahí simplemente para disfrute de los caminantes, porque no son abundantes pero sirven para cambiar la monotonía de la travesía.

Jordi acelera su paso, la muchachada más joven, que salió más tarde que nosotros, ya pasaron de largo, dejándonos atrás con los saludos matinales y los planes de reunirnos más tarde en León. Yo le había prometido a Javi un bordón nuevo, así que por kilómetros camine mirando los árboles que encontraba a la vera del Camino, para elegir una rama que fuera buena y fuerte para la tarea que le esperaba.

Desde una zona medio pantanosa, una acacia me mostraba una vara recta y del grosor adecuado, parecía que me estaba esperando, ya que resaltaba sobre todo la ramería que le rodeaba. Decidí ensuciarme las botas y me interne en el barro para cortarla con mi fiel y siempre servidora navaja Victorinox.

De a poco, mientras caminaba, iba cortando, pelando y puliendo la vara, sabía que ahí adentro, había un bordón esperando que lo sacaran a hacer su trabajo. No sé cuánto trecho anduve sin darme cuenta de que iba avanzando lentamente. Justo antes de llegar al Puente de Villarente, Jordi hacia un pequeño descanso, creo que simplemente por esperarme, ya que hacía rato que habíamos perdido contacto. El maravilloso puente medieval sobre el rio Porma, mismo frente nuestro nos hizo detener a admirar la obra maestra.
Una rampa sobre un lado de la carretera, nos permite atravesar el rio y el puente por debajo, dándonos así protección del tráfico, además de permitirnos ver la construcción en toda su majestuosidad. A paso lento, sacando un montón de fotos, me volví a atrasar, pero valía la pena.
Por lo que había visto en una guía y las conversaciones de la noche anterior, sabía que el trecho era monótono, atravesando muchas poblaciones por su calle principal y también polos industriales que era inevitables y grises.
Aleluya! A la salida del puente, unas garzas adornaban la torre del campanario de la iglesia, la senda angosta entre las casas y la carretera, nos llevó a la puerta de una panadería, el cartel en la ventana nos invitaba a desayunarnos con chocolate con churros. A pesar de que hacía poco rato habíamos desayunado, Jordi que me espero al entrar al pueblo, sabiendo que los churros me encantan, ya había pensado que sería un buen lugar para descansar.
La verdad que tanto los churros como el chocolate no eran nada especial, pero hacia días que tenía ganas de comerlos. Conversamos un rato, hablamos de lo aburrido que se presentaba el camino hasta llegar a León y decidimos retomar la ruta cada uno a su paso, ya no nos veríamos hasta la entrada del destino planeado o en el albergue.
La entrada a León la encontré confusa, pero creo que no tenía nada que ver con el lugar, más bien era que yo venía con la mente llena de tormentas de todo tipo, echaba de menos a mi familia y fue uno de los días donde más me afecto. Estaba deseando llegar a un lugar donde el teléfono me permitiera llamar a casa para comunicarme con los míos.

Di vueltas por las calles angostas y no podía ubicarme, no veía las marcas de ruta, estaba en una nube. De golpe me topo con una de las chicas de la barra joven, no recuerdo si era Sandra o Laura, pero si recuerdo que me acompaño hasta el albergue que estaba a menos de tres calles de donde yo había perdido el rumbo.
Horas después sentado en el gran patio del gigantesco albergue, tomando una Coca-Cola y descansando, pensaba que hacer el Camino de Santiago solo, es una experiencia hermosa, pero también es importante rodearte de un grupo con el que mantengas contacto, porque no todo son rosas y algunos que te conozcan y siguen tú mismo itinerario de etapas, te pueden ayudar a descartar las espinas cuando estas se presentan.

En la próxima nota le contare varias anécdotas simpáticas de la estadía en León, por ahora los dejo en suspenso y esperando que sigan conmigo, ya que hasta Santiago no paro….

Diccionario del Camino de Santiago

A pedido de los lectores que no hablan el mismo español que en España, hago una lista de términos usados en estos relatos, a efectos de hacerlos más entendibles.

Agur: Los vascos te saludaran con un ¡Agur!, equivalente a un Hola, Hasta luego, Ciao, Nos vemos. Generalmente lo acompañan con un gesto de la mano o una señal con la cabeza. Puede ser recibimiento o despedida.
Ultreia: Saludo tradicional del Camino, significa, “sigue adelante”, “adelante”, o como diría un Uruguayo, “Vamo’arriba”
Buen camino: Es el saludo más escuchado y usado entre peregrinos y también por los lugareños que te cruces en los caminos y pueblos.
Vieira: Concha de mar, que es el símbolo del Camino y distingue a los peregrinos de los lugareños. También esta como marcador de ruta a lo largo del Camino.
Bordón: Palo, bastón, muletilla, que usa el peregrino para apoyar mejor su paso. Muy importante en las zonas montañosas, principalmente en los descensos, donde literalmente oficia de tercera pierna y soporte. Hay de todo estilo y tipo, no lo olvides en ruta, lo echaras de menos.
Equipo: Mochila, sombrero, bordón y cantimplora o botella de agua. Las cuatro cosas más imprescindibles. No te olvides de un buen par de botas, ya que es tu medio de locomoción.

Turigrinos: Persona que se toma el Camino como turismo, generalmente llevan apoyo motorizado, caminan pocos kilómetros, pero usan la infraestructura creada para los peregrinos. Esta especie se multiplica exponencialmente de Sarria a Santiago de Compostela. Van desde los muy
simpáticos y curiosos, a los rudos y ordinarios que no respetan las reglas más comunes de convivencia en el Camino.
Ermita: Edificios religiosos, generalmente pequeños y muy antiguos, abundan a lo largo de la ruta. Recomendable es visitar varios de ellos, ya que no hay dos iguales.
Rampas: Ondulaciones en la ruta, que van de suaves a algunas que son simplemente rompe piernas. Si lees bien la guía de ruta que uses, busca la sección perfiles, eso te preparara para lo que te espera ese día.
Caña, cañita o cañón: Diferentes medidas en las que te sirven las cervezas. Cañita para mi, Caña para Jordi, Cañón con repetición para Carlos y Javi.
Bocata o bocadillo: Refuerzo, sándwich, emparedado o simplemente, dos hermosos pedazos de pan envolviendo unas rodajas deliciosas de jamón serrano o chorizo o lo que más te plazca. Compañero inseparable del peregrino.
Cocido Maragato: Cantidad enorme de comida, que te sirven en Astorga y alrededores. Incluye Garbanzos, sopa, 7 o 8 tipos de carne diferente, papas, postre, café, orujo y más. Recomendable de no comer después de las tres de la tarde. A la noche se recomienda dormir al aire libre a efectos de no molestar a los otros peregrinos
Chorizo: Un manjar enviado de los cielos, en España lo han llevado a un estado de perfección, que no hay chorizo malo, hay simplemente buenos y mejores. No debe faltar en la mochila del peregrin@, quizás sea más vital que el agua.
 
Hospitalero: Persona(s) encargada de atender el Albergue y recibir y atender a los peregrin@s. A no ser que entes en un albergue privado, son todos voluntarios yy vienen de todo el mundo a prestar el servicio. Algunos son extraordinarios, otros no. Busco en el diccionario la palabra hospitalero y aparece la foto de Jose Almeida(camisa azul), antes de Tosantos, hoy en Tabara, cerca de Zamora en la Vía de la Plata.
Donativo: Gran cantidad de Albergues públicos, mayormente los regenteados por instituciones religiosas, no cobran por albergar al peregrin@, pero esperan a que se haga una donación, para solventar los gastos del lugar. Por favor recuerda que todo lo que utilices o consumas ahí, fue pago por los peregrinos que llegaron ayer, asegúrate que los de mañana puedan recibir lo que tu disfrutaste.
Cena comunitaria: En muchos albergues de donativo, la cena también te la brindan. No te olvides de colaborar.
Jamón: Serrano, Jabugo, de bellota, campesino etc. Hacer el Camino y no comer jamos en cualquiera de sus estilos, es como ir a la iglesia y no comulgar.
Tortilla de patatas: Totalmente omnipresente es tan parte del menú diario y del peregrino, como la mochila o el bordón. ¡Ojo! Hay excelentes y otras incomibles, lo que no quiere decir que no me las haya comido igual.
Bollos: Biscochos, factura, dulces, masas. Presente en casi todos los desayunos, pero yo los cambio por unas tostadas de pan con aceite de oliva y un poquito de sal. Como me enseño Jordi, mi hermano Catalán.
Cortado: Café cortado con un poco de leche caliente. No te has desayunado si no tomas uno.
Orujo: Licor de hierbas que descubrí en Burgos y fue compañero inseparable hasta que tome el avión de retorno en Madrid. El último me lo tome en el Mercado de San Miguel detrás de la Plaza Mayor.
Ultramarinos: Negocios de mercaderías generales, donde puedes encontrar desde un alfiler a una comida preparada. Generalmente hasta el mas pequeño de los parajes tiene un lugar de este tipo.
Chiringuito: Negocio pequeño, puede ser de comidas o bebidas, o cualquier tipo de negocio donde te puedas suplir de lo que necesitas.

Creo que por ahora alcanza, en caso de acordarme de otros términos, los explicare después, tiempo todavía nos sobra, ya que hasta Santiago… no paramos.


A Mansilla de las Mulas.

Los veinte y pico de kilómetros de Camino, no son nada memorables, ruta recta, casi sin ondulaciones, cruzando pueblos y aldeas con pocos atractivos. Las grandes extensiones de plantaciones de grano y una ruta hibrida con falsos plátanos que intentan darnos sombra, pero están del lado equivocado
de la senda. La sombra toca al caminante después de las dos de la tarde, la monotonía de colores y sonidos lo ayuda a uno a dedicarse a pensar en otras cosas, ya que lo único que requiere la ruta es que pongamos con constancia, un pie delante del otro, para acercarnos de a poco a León, que nos espera mañana.

Hago dos o tres paradas, en una, con “la destartalada” nos tomamos un café y unos bollos a la entrada de El Burgo Ranero, dos horas más tarde me encuentran refrescándome los pies en uno de los canales de irrigación. La tercera parada, ya cerca del mediodía, fue a la sombra de un hermoso monte de Acacias, donde con un picado de queso y chorizo, acompañado por una coca cola que traía, envuelta en hojas de periódico para mantenerla fresquita, me alimente solo y alegre de estarlo.
No recuerdo haberme encontrado con nadie de la barra en todo el recorrido, lo que significaba que yo como siempre iba a un paso muy lento y perdido en los recovecos de mi mente. Varias veces, me encontraba a mí mismo, pensando en mi familia a la que extraño mucho, más que nada pensando en mi Lara, esa nieta que es la alegría diaria de un abuelo que se derrite por ella.

Un canto de Hare Krisna constante, repiqueteaba en mi cabeza y me marcaba el paso. Como siempre llevo conmigo mis Tulsi Japa beads, regalo de mi hijo Cuimbae, las desenrolle de mi muñeca y las 108 beads se sucedieron varias veces, cuando quise acordar, Mansilla de las Mulas estaba a la vista.
Como la distancia había sido corta, era apenas pasado el mediodía cuando me encontraba a la entrada del pueblo. No tenía ni noción de donde andarían los amigos, así que como de ritual, le mande un mensaje a mi Quijote, Jordi el catalán, quien siempre tenía una guía a mano, un plan para el día o muchas veces ya se había ubicado en algún albergue.
“El albergue se llama El Jardín del Camino, justo antes de entrar a las murallas del pueblo, sobre tu mano derecha, te espero en el frente para que nos tomemos una cañita  antes de que te registres”, me contesto con un tono que parecía más alegre que en los últimos dos días. Se ve que se le había pasado la cagalera y se sentía bien.

El lugar tenía un hermoso patio delantero, donde los parroquianos y peregrinos, bebían y comían bajo las sombrillas, o bajo un hermoso alero que se veía muy acogedor.
En un rincón del jardín, Javi, Valentina y Dumas, habían armado, con permiso de los hospitaleros, su pequeña tienda de campaña, ya que Dumas no podía dormir en el edificio. Esta escena se repetía en casi todos los pueblos, así que Valentina dormir en los albergues y sus dos compañeros, fuera en la tienda o al raso.

 El lugar era en la planta baja, una fábrica de embutidos con un hermoso restaurante, el olor a charcutería reinaba supremo, jamones, chorizos, salames, morcillas, y la reina de los saladeros…cecina de León. Para un hombre como yo, con el amor que tengo por esas cosas, era como pasar la noche en el paraíso terrenal, porque tampoco faltaban los quesos y los vinos de la zona, creo que fue el lugar donde más comí en todo el Camino. Siempre me acuerdo de la primera vez que entre a La Boquearía, en Barcelona, donde la abundancia de esos productos me lleno el alma de alegría y el estomago de sabores, hoy, en Mansilla de las Mulas me sentía un privilegiado y como tal disfruté del lugar.
Resulta, que ese era el día de las fiestas del pueblo, así que después de una ducha reparadora, con ropa fresca y limpia nos dirigimos al pueblo a recorrerlo y disfrutar un poco de la celebración de los lugareños.  Ellos estaban todos “endomingados” con sus mejores galas, los bares y las calles vibraban con el movimiento de paisanos y peregrinos, la plaza frente al ayuntamiento, adornada y llena de gente que esperaba que empezara el espectáculo. Los bares colmados, emitían un olor extraño, un aroma de embutidos mesclado con perfume francés, transpiración y ropa húmeda y sudada, secada al sol.

Por la mente me pasaron los bares de los puertos que cantaba Jose Carbajal “El Sabalero”, los boliches de mi Montevideo lejano, los corredores de las cárceles, el empedrado del bajo montevideano y más que nada el aroma de pueblo trabajador que se lavo los sobacos de apuro, para ir a la plaza  a disfrutar la retreta dominguera.
Y salió baile… una banda de pueblo, trompeta, saxo, bombo y redoblante recorría las calles, la gente los seguía, los peregrinos los filmaban, Albi que salía del albergue justo en ese lugar y momento, me invito a bailar, ni lerdos ni perezosos, nos zarandeamos un rato al ritmo de la música de la fiesta. La barra a nuestro alrededor, festejaba con nosotros, los otros peregrinos nos miraban como si fuéramos seres de otro planeta. Sandra no paraba de reirse y festejar.


La pasamos de novela y unas horas después, cerca del anochecer, con una cervezas entre pecho y espalda, nos fuimos en pequeños grupos, cada uno para su albergue, porque mañana nos espera León y el barrio de la Humedad… y más adelante Santiago de Compostela, porque hasta el Santo no paramos.