El 3 de octubre regrese a casa, todo magullado físicamente, porque el esfuerzo fue grande, pero recontento de haber logrado la meta que me había propuesto. Desde ese día hasta ahora, estuve en plan recuperación, física y mentalmente. Ahora, ya más tranquilo, intentare volcar fotos y memorias, como siempre lo hago, como una especie de archivo para mí mismo, pero para aquellos que de cualquier manera siempre me siguen en El Corral, espero que lo disfruten, aunque sea repetitivo.
Trataré de llevarlos desde St. Jean de Pied du Port en Francia hasta Santiago de Compostela en ancas de mi memoria, y con fotos que me ayudaran a recordar y recrear lo vivido...Buen Camino!!!
Juan Alberto Pintos
Tosantos Ages, Mary Poppins y Carlitos
Tosantos y José Almeida... un lugar diferente
Santo Domingo de la Calzada hasta Tosantos.
Nos volvemos a encontrar más adelante, justo bajo el cartel anunciador de que entrabamos a la provincia de Castilla y León, el se había detenido en una de sus frecuentes paradas de descanso, o de visitas, ya que le gusta conversar con la gente y es común encontrarlo con diferentes grupos o personas con los que se entretiene un rato.
A la mierda… una francesa en bicicleta, con el apuro con que la mayoría de los franceses recorren el Camino, en su afán de llegar rápido y además tratar de ver a la pasada todo lo máximo, se distrajo pedaleando y leyendo el cartel, sin molestarse ni siquiera a aminorar la marcha, en un lugar donde había muchos peregrinos congregados y distraídamente sacando fotos. ¡Al suelo!, el gran arquitecto del universo, había planeado que allí, ella se detuviera… rodo por el camino desparejo de tierra y gravilla, las rodillas y los codos sangraban profusamente, los peregrinos la ayudaron a levantarse, le sentaron en una piedra, la curaron y limpiaron las heridas. Como ya había muchos ayudando, nosotros seguimos camino a nuestro paso, unos 15 minutos después, a toda velocidad y sin tocar ni siquiera timbre para avisar que venía, nos sobrepasa la francesa, toda remendada pero sin aprender nada.
Santo Domingo de la Calzada
Alrededor del 1040 se retiró como eremita a los bosques que ocupaban el lugar en el que hoy se levanta la ciudad de Santo Domingo de
Desde el Camino al paraíso terrenal
Viana, Ciao Gregorio...Hello Kitty...
Viana y el espíritu del Camino
A Viana, me rindo… agua
La salida de Villamayor de Monjardin, nos lleva por sus calles empinadas hacia un hermoso valle ondulado que se extiende hasta casi la entrada de Los Arcos, son más de 10 km . de toboganes leves, con plantíos de cereales y viñedos que a pesar de hacerse un poco monótono, calma el espíritu e invita a caminar con oración y reflexión en mente.
Los Arcos es majestuosa, sus calles angostas, su plaza principal donde encontramos un hermoso mercado vecinal. Su Iglesia principal y ayuntamiento estan adornados por sus hermosos arcos arquitectónicos que le dan el nombre a la ciudad. En el mercado me abastecí de chorizo, pan y queso, en el banco aproveche para rellenar la billetera que venía boqueando, nos encontramos con Ana, Jordi y Sara, nos tomamos un café, descansamos y después de un rato comenzamos de a uno a proseguir la ruta.
Como yo tenía en mente estar en dos días en Logroño, y tenía que encontrarme con Kitty al mediodía en el centro de esa ciudad, decidí hacer unos 30 km . hasta Viana, desde donde estaría a unas cuatro horas de cómodo andar hacia la cita con mi amiga, por lo tanto mi meta de hoy era la antigua y hermosísima ciudad de Viana.
Los próximos 20 km . que enfrente fueron quizás, los más duros físicamente y mentalmente, que enfrentaría en la primera parte del Camino. La temperatura andaba arriba de los 30 grados, el sol caía con toda su fuerza y a eso del mediodía te quemaba la piel, al punto de que para protegerme me tuve que poner una camiseta de manga larga, que a pesar de que era muy caliente, me protegía de llagarme los brazos. Sansol, Torres del Rio, el Alto del Poyio,Barranco de Cornava… subidas y bajadas acentuadas y que el calor hacia más difícil de digerir.
Después de pasar Torres del Rio, comenzó la tortura, hacía rato que no veía a nadie en el Camino, a pesar de que estaba bien demarcado, cada tanto dudaba de mi rumbo y cuestionaba si me había equivocado de ruta, todo fruto del calor y la desolación que se estaba apoderando de mi. El alto del Poyio con su antigua y hermosa ermita me ven pasar sin casi prestarle atención, con la botella de agua casi vacía, paso casi al trote por la fuente sin recargar. Al rato cuando se me termina el agua, me descuelgo la mochila para sacar mi botella de reserva, que la había puesto ahí en St. Jean de Pied du Port.
La botella de reserva no estaba, donde la había perdido no sé, solo sé que estaba en seco y el sol abrasador me exigía agua y me torturaba. Al borde de abandonar, agotado física y mentalmente, viendo que se venía otra altura, me acerque a la carretera a esperar un auto o un ómnibus que me acercara a Viana. Me senté a la sombra de unos arbustos y me di 15 minutos de espera,
si en ese tiempo no pasaba nada, significaba que tenía que seguir y Santiago tenía designado que llegara a Viana a pie.
Nada, pasó el plazo, cumpliendo con lo que me había dicho, rumbee para el Camino que estaba a unos doscientos metros, cuando llego a la cima y me reintegro a la ruta, escucho la bocina de un auto que desde la carretera me saludaba. Me sonreí, sacudí la cabeza, entre a caminar a paso seguro.
A la hora de camino y después de saciar varias veces mi sed con uvas verdes de las viñas circundantes me encontré con un pareja de italianos jóvenes que extenuados, se habían sentado a la sombra a comer y tomar algo, compartieron conmigo un poco de agua y me dieron media botellita para llevar. El agua parecía caldo, caliente y poca. Volví a surtirme de uvas verdes y robadas, para combatir la boca seca y seguí gastando talón, a paso firme. Con Viana ya a la vista pero como a 3 km . de distancia, de atrás alguien grita mi nombre, era Sara que supuestamente se había quedado a dormir una siesta bajo los árboles, espere a que me alcanzara, ella como siempre lucia alegre y totalmente descansada, me dio la mitad de su agua y siguió adelante rauda y silbando una canción… fue la última vez que la vi.
De capa caída, agotado, reseco y con el espíritu en duda llegue a la entrada de la ciudad, donde una hermosa fuente de agua fresca me esperaba de brazos abiertos. Bebí, recé, celebre, me descalcé y bañe mis pies en la fuente.
Había llegado a Viana… ahora sabía que mi destino deparaba que hasta Santiago no paraba.
Hacia Villamayor de Monjardin, llagas, vino, Koki y Brasil
La bajada y salida del pueblo, es empinada y como recién esta aclarando hay que cuidar los pasos, para no terminar rodando hacia el valle. Los pies se posan ahora en una antigua vía romana, que nos acompaña por alrededor de 2 kilómetros. De a poco Jordi comienza a tomar su paso habitual y yo el mío, lo que significa que en poco rato ya no lo veré y nos encontraremos en la próxima parada o en algún pueblo para almorzar, ya que mis almuerzos son de 10 o 15 minutos y los de él pueden ser da una hora o más.
Se suceden un montón de subidas y bajadas que a pesar de no ser de gran altura son bien empinadas, como la entrada a Lorca, Villatuerta y Estella. Todos estos lugares nos muestran unas construcciones medioevales de gran envergadura y la mayoría de ellas bien conservadas, además de muchas vistas de valles y grandes extensiones que representan las típicas postales del Camino, donde las sendas se extienden por kilómetros rodeadas de plantaciones de cereales y las viñas que ya de a poco se empiezan a insinuar, adelantando la llegada a La Rioja.
En este trecho, sentado al borde del sendero, cansado y medio como rezando, siento que una pareja de peregrinos se viene acercando, una música alegre los acompaña en su paso acelerado, pero no apurado, ya que avanzan decididamente pero sin mostrar apuro o urgencia. Yo sentado sobre una piedra baja, no me había sacado la mochila, porque me servía de respaldo contra un terraplén que tenia atrás. Mientras comía una banana que me había dejado Jordi y bebiendo mi infaltable coca cola, los veía acercarse como bailando. Uno era un brasilero, joven, esbelto y mostrando en su vestimenta y mochila los verdeamarelos tan típicos, el otro, alto, flaco de paso largo pero no apurado, japonés y de nombre Koki. Los dos caminaban juntos desde Pamplona, comunicándose en
el poco ingles que ambos tenían, pero no parecía un obstáculo para seguir juntos y contentos.
Se paran frente a mí para saludar y conversar, yo trato de pararme, pero el peso de la mochila y lo bajo de la piedra me lo dificultan. Los dos al mismo tiempo me extienden una mano para ayudarme, cada uno me habla en su idioma, pero creo que los dos decían lo mismo…”vamo’arriba viejo”.