La
mañana se presento húmeda y con mucha niebla, pero no dificulta la
salida de Ages, ya que por los primeros tres o cuatro kilómetros, se camina
hacia Atapuerca por el borde de la carretera, de piso firme y seco. Acompañados
por una densa niebla llegamos a la entrada de las excavaciones de Atapuerca que
son considerados los yacimientos paleolíticos más importante del mundo, siendo
muy temprano, las siete de la mañana, nos tenemos que conformar con leer los
carteles explicativos, mirar algunos postes de piedra, milenarios, y a la
distancia divisar la entrada de las excavaciones. Esto es algo que queda en el
debe.
De ahí en
adelante, el camino es muy escabroso, de piedra suelta y con grandes repechos
de camino desparejo. A esta altura ya voy caminando solo, mis tobillos
comienzan a sentir el rigor del terreno cuasi volcánico, las piedras sueltas y
las grandes cunetas formadas por la erosión, me llevan bamboleando cuesta
arriba. Por primera vez sentí el dolor que después me perseguiría por todo el
Camino, la parte del talón de Aquiles se me empezó a inflamar y parecía que me
estaban clavando agujetas, pero lo que hice, después de descalzarme y
masajearme un poco, fue apretar mas las ataduras de las botas y seguir adelante.
A la base
de una gran cruz de madera que marca el punto más alto, me encontré con un
grupo grande y alegre de muchachada joven, muchos de los cuales de ahí en
adelante serian el grupo con el que más compartimos el trayecto hasta la Plaza del Obradoiro en
Santiago de Compostela.
Carlitos,
el de la bicicleta sin pedales; Albi, alta elegante, simpática, enamoradiza y
de un humor genial; Sandra, una ardillita muy maja, recontra simpática e
inquieta, si algún día tuviera que definir a la mujer de Vitoria, simplemente
pondría su foto; Manu, o “manupedia” como yo lo llamaba, me lo imaginaba mas
sentado frente a una gran y veloz computadora que en el Camino, pero el hombre
era súper fuerte para caminar y dirigir o programar las cosas de la ruta,
además solidario hasta para llorar si te dolía algo; YouYoung, la coreanita
siempre sonriente, atrevida, buena cocinera y que hablaba un español del nivel
de cualquiera de nosotros, lo que más me recuerdo de ella era su risa especial
y contagiosa. Y unos cuantos más que ahora no me recuerdo, pero que ya
aparecerán en futuras historias.
Una cosa
que me llamo mucho la atención, fue un círculo en infinito, hecho con piedras a
unos 50 metros
de la cruz, donde los peregrinos iban agregando sus aportes, haciéndolo cada
vez más extenso.
Curiosamente, en el centro, donde comenzaba, un
gran ojo marcaba sin dudas, que había sido comenzado o modificado por algún
Mason, ya que el ojo que todo lo ve, es uno de los símbolos mas importantes de la Masonería. Ya había
visto en algunos pueblos, en iglesias y plazas mayores, símbolos Masones, pero
de aquí en adelante les preste más atención, descubriendo en casi todas las
etapas su presencia. No tenía ni la menor idea de que el Camino fuera un lugar
donde las logias hubieran tenido influencia.
Siguiendo la ruta, casi siempre sobre caminos de tierra y cruzando pueblitos
como Cardeñuela Riopico, Orbaneja, Villafría, Castañares, caminamos junto a la
cerca del aeropuerto y cuando llegamos a la ruta nacional, al salir de
Castañares, teníamos dos opciones de camino, pues déjenme decirles que tomamos
la peor, ya que en vez de hacer un paseo a la vera del rio Arlanzon, hasta
Burgos, seguimos por un sendero junto a la ruta, entre basurales, edificios
abandonados, parque industriales, en corto…una mierda. Cuando nos
dimos cuenta ya era tarde para volver, así que hicimos de tripas corazones y
seguimos adelante. La parte positiva fue que al llegar a la entrada de la zona
urbana, encontramos una hermosa plazoleta y rotonda dedicada a los peregrinos,
un lugar digno de ver, así que más o menos sirvió de recompense.
Desde
ahí, hicimos unos dos kilómetros extras, pero finalmente nos encontramos con el
camino del rio, junto a la playa Fuente del Prior y el hermoso paseo
a la vera del rio, lleno de gente y familias paseando o haciendo picnics,
hicimos unos cinco kilómetros que parecían interminables, hasta encontrarnos
con el Puente del Cid Campeador, de ahí a la majestuosa Catedral de Burgos, nos
maravillamos con el trazado de El Espolón, con sus glorietas, arboles
entrelazados, flores y jardines de todo tamaño y color, gente vestida con sus
mejores galas domingueras, al final la imponente Puerta de Santa Maria, la
entrada hacia la plaza de la catedral, en suma un broche de oro para los
agotadores 26
kilómetros que habíamos recorrido.
Burgos
merece por si sola, un capítulo aparte y más que nada muchas fotos, así que no
se duerman todavía, que hasta Santiago no paramos.