El 3 de octubre regrese a casa, todo magullado físicamente, porque el esfuerzo fue grande, pero recontento de haber logrado la meta que me había propuesto. Desde ese día hasta ahora, estuve en plan recuperación, física y mentalmente. Ahora, ya más tranquilo, intentare volcar fotos y memorias, como siempre lo hago, como una especie de archivo para mí mismo, pero para aquellos que de cualquier manera siempre me siguen en El Corral, espero que lo disfruten, aunque sea repetitivo.

Trataré de llevarlos desde St. Jean de Pied du Port en Francia hasta Santiago de Compostela en ancas de mi memoria, y con fotos que me ayudaran a recordar y recrear lo vivido...Buen Camino!!!

Juan Alberto Pintos

Ya hicimos la mitad...dalep'alante!

El tramo hasta Bercianos del Real Camino, estuvo más lleno de horas de contemplación, que otras etapas. Pasaríamos por lugares hermosos, iglesias de barro, otras de ladrillos, puentes románicos y la Ermita del Puente, que se encuentra justo junto a los monumentos que marcan la llegada a la mitad del Camino de Santiago. Para mi llegar a ese lugar tuvo un significado especial, la parte más dura, ya había pasado.
Creo que ya lo he dicho antes, pero El Camino, no conlleva solo un esfuerzo físico, la parte mental y espiritual, son casi o más importante. Muchas veces, las piernas te llevan a pensar sobre el significado de la peregrinación, de la necesidad de hacerla a costa de llagas en los pies y tendinitis en los tobillos y talones. En esos momentos es cuando obligatoriamente te tienes que mentalizar que hay que seguir, espiritualmente darte las respuestas o preguntas que justifiquen el sacrificio.

 
Yo llegaba a esta altura del Camino con dolores en varias partes diferentes del cuerpo, las botas estaban cada vez más acusando el abuso que estaban recibiendo y me torturaban, día a día las tenía que reparar para poder seguir. Los pantalones vaqueros habían pasado a ser pantalones cortados, toda la ropa que llevaba, a pesar de que era lavada asiduamente, comenzaba a tener un olor a traspiración que se hacía presente temprano en el día. Como perdí peso, dos pares de calzoncillos, ya no los podía ni usar porque al quedarme grandes se arrugaban y amontonaban en las ingles, dando una sensación constante de incomodidad, menos mal que tenía otros dos que al ser casi malla elástica, sirvieron el resto de la ruta.

Los dos últimos días también habían sido un martirio para el estómago, en consecuencia, varias veces me tuve que internar campo adentro, debido a la escasez de árboles o bosques, y no era que yo andaba buscando leña. Así transcurrió la etapa, los senderos agradables de los últimos 10 kilómetros, planos y tranquilos, me depositaron en un pequeño bar a la entrada del pueblo, era poco pasado el mediodía, el cuerpo pedía sólidos y líquidos.Bajo una sombrilla, sentado, sin apuro, me devoro un bocadillo de queso, ya saben porque, dos coca colas bien frías y unos maníes que desde una vitrina me llaman y me tientan. Me sentía tranquilo, relajado, satisfecho. He sobrepasado la mitad de la ruta y me siento con fuerzas para continuar, sé que la meta propuesta es alcanzable.

Después de un merecido descanso, le envío un mensaje a Jordi para saber si se había quedado en Bercianos o había seguido hacia El Burgo Ranero, él se ve que también había juntado mucha leña, por lo tanto ya se había registrado en unos de los albergues de Bercianos, cruce el pueblo me lo encontré y ahí mismo me quede.

La cena esa noche, fue memorable, la mayoría del grupo con el que terminaríamos el Camino 15 días después, estaba ahí. Sandra y Carlos fueron los encargados del rezo en español y en ingles respectivamente, el cura del pueblo se sentó en la mesa comunitaria y nos hizo compañía.
John el veterano irlandés, al que le había perdido el rastro en Tosantos, me abrazaba alegre por el rencuentro, el matrimonio italiano con el hermano,
sentados en el patio en el patio trasero del albergue, me invitaron a tomar una cerveza. La barra lavaba ropa y llenaba el tendedero, una algarabía inusual flotaba en el aire, no sé si era general o si yo solo la sentía.
 

Al final del día, después de haber recorrido el pequeño pueblo de calles angostas y casas de barro, de punta a punta, llegue a una iglesia de la cual solo quedaba el portal. Donde en un tiempo era la nave principal, un parque con asientos de piedra invitaba a la contemplación, el sol se ocultaba lentamente, sentado mirando el horizonte me regocijaba pensando en los lindos momentos vividos en la primera mitad del Camino. En silencio, con una oración agradecí al Supremo Arquitecto del Universo, por todo lo que me ha brindado, por mi familia y mis amigos, por los
compañeros de este viaje que es la vida, por mi pasado, por mi futuro, pero más que nada por el magnífico presente de mi vida.


El sol se ocultó, era la hora de irse a dormir, contento y satisfecho me fui a descansar, porque mañana será otro día, donde seguiremos metiendo pata, ya que… hasta Santiago no paramos.

Los Templarios... ????

La estadía en Terradillo de los Templarios, me llevo a pensar repetidamente en la antigua orden de Los Templarios o correctamente dicho, La Orden del Templo.

Transcurría el año 1119 cuando Hugo de Payens y un puñado de caballeros franceses, comenzaron a fundar esa orden, que a través de los siglos ha dado que hablar, muchas veces exaltándola y más veces injuriándola. En realidad lo que nació como resultado de la Pimera Cruzada, con la intención desde el principio de proteger a los peregrinos que se dirigían a la Tierra Santa y también de ser los hospitaleros, tratando de brindar confort y cobijo a los que a pesar de todos los peligros que el viajar representaba, sin miedo y con fe se dirigían a conocer El Santo Sepulcro y a caminar en los pasos de Cristo y sus discípulos.
El rey Balduino I, le brindo alojo a esta nueva orden religiosa/militar, en el mismísimo Templo de Salomón, desde allí se fueron extendiendo, desandando su camino desde Jerusalén a Paris y por ende a toda Europa, con especial fuerza en la península ibérica, donde las raíces familiares de la mayoría de esos caballeros, eran profundas y bien arraigadas en la familias nobles y reales de la época.
Al principio se les veía como una bendición, ya que los reyes y reyezuelos, no tenían o no querían disponer de muchas fuerzas para la protección de las rutas, que al principio eran peregrinas, pero cada vez se volvían más comerciales.
No por casualidad, los primeros castillos y fortificaciones donadas a la orden, eran donde las fronteras de guerra con los musulmanes eran más peligrosas y batalladas. En sí, era la esperanza de las casas reales, de que estos amantes de Dios y de la Guerra, los protegieran a ellos de los avances de “los moros” y fueran la primera línea de lucha en la deseada “reconquista”.
Pero como siempre… de a poco esta orden fue creciendo aceleradamente, sus posesiones eran cada vez más bastas, lo que empezó a preocupar a los reyes y mercaderes de siempre. La independencia religiosa que la orden había ganado con la aprobación de los sucesivos vicarios de la iglesia, por más de 150 años, comenzó a molestarle a los Papas y sus mercaderes del espíritu, que veían que tenían un aliado al que habían fomentado y apoyado, pero que de a poco se estaba tornando más fuerte que ellos.
Como ninguno de las partes veía con buenos ojos el progreso de la Orden Del Templo, pero tampoco se sentían con la fuerza militar para derrocarlos y hacerlos desaparecer, comenzaron con los rumores y la acusación sobre la moral de la orden y sus templarios. Herejía, sodomía, homosexualidad, traición y rebeldía, fueron las palabras que se empezaron a utilizar cada vez que surgía la oportunidad. Eso en la península ibérica, patria de nacimiento de la inquisición, era más fuerte que las espadas y las escuadras de soldados.
Tanto el rey de Francia, que estaba endeudado económicamente con la Orden, debido a que era la que había pagado el rescate exigido para la liberación de Louis IX (San Luis) después de la fracasada séptima cruzada. El rey estaba sin fondos y tenía que pagar la abultada suma a los templarios.
El Papa Clemente V, que ya había perdido hacia tiempo control de los Santos Lugares, no tenía ningún interés en seguir apoyando o usando a los templarios, se dejo convencer, sin mucha resistencia, a ayudar a eliminar al enemigo común. A través de unas bulas papales, ordeno la disolución de la Orden, por toda Europa, reyes reyezuelos, obispos y todos sus entenados, por sorpresa comenzaron a apresar templarios y torturarlos hasta que confesaran sobre el sacrilegio y los ritos secretos que practicaban.
Los que pudieron se resistieron en sus fortalezas, otros llegaron a admitir todas las acusaciones que se les hacía, para salvar el pellejo. Entre ellos estaba Jacques de Molay, último Gran Maestro de la orden, que primero admitió todo lo que decían, pero después lo desmintió, cosa que lo convirtió en hereje reincidente, algo que se penaba con la muerte en la hoguera.
El 18 de Marzo de 1312, Jacques de Molay era quemado en vida, frente a la Catedral de Notre Dame de Paris, el mismo lugar donde muchos de nosotros, peregrinos o turistas, hoy en día nos sacamos fotos con la catedral de fondo y parados sobre el punto que marca el kilometro 0 de Francia.

Y yo pensaba, como peregrino y como católico, solo puedo justificar estos momentos turbios de la iglesia y de la historia, pensando que son cosas de los humanos y no del Creador. Solo la fe en un Dios que nos dio libre albedrio y una mente para dilucidar entre lo humano y lo divino, me pueden mantener en el camino de la religión.
En estas épocas, todavía hay varias organizaciones que pretenden ser la continuidad de aquella vieja orden protectora, en Manjarin hay  un albergue templario, en diferentes países hay gente  que se precia de usar la “cruz roja” o el manto blanco.  Otros opinan que la masonería nació con la Orden en el Templo de Salomón, pero todos se aferran a la parte protectora, solidaria y hospitalaria de la historia.
 
Yo me pregunto ¿Cuál será la verdad? Porque como ya se sabe, la historias de las guerras y confrontaciones, generalmente la escriben los que ganaron.

Pese a todo lo humano que ha conspirado a través de la historia para alejarnos de la Fe, yo sigo para adelante… y con Fe, hasta Santiago no paro.

La Via Aquitania y Los templarios

Después de echarle una última mirada al majestuoso frente del Convento Benedictino de San Zoilo, donde había tenido una de mis mejores noches de descanso en todo el Camino, fui hasta el puente sobre el Rio Carrión, para sacar una foto.
Los datos que me había dado Jordi, ya que yo siempre viajo sin guía, era de que nos esperaban 17 kilómetros de camino árido y totalmente descampado, su recomendación fue de llevar más agua de lo común y algo de comer, para eso antes de irnos a dormir, habíamos ido al mercado del pueblo a abastecernos de provisiones. El, frutas y dulce de membrillo, Yo, pan y chorizo, queso, una botellita de medio litro de vino y dos cocas en lata. A diferentes paladares, diferentes necesidades, pero como siempre, el me ofrecía algo, o yo a él y terminábamos compartiendo el botín.
 
Los primeros tramos, eran bastante pasables, con algunas sombras y una brisa que refrescaba lo que ya prometía ser un día de extrema calor. Después de la primera hora y poco, ingresamos a la Vía Aquitania, una antigua senda romana milenaria, que nos hizo sufrir las plantas de los pies y los tobillos, ya que la cubierta que se ve que aplicaron años atrás, está hoy por hoy toda lavada y lo que queda son cantos y guijarros que se vuelven un suplicio a medida que pasan las horas.


Estaba a punto de despuntar un pedazo de chorizo, cuando un olor a carne asada me empieza a despertar de la modorra, por momentos pensé que me lo estaba imaginando, ya que el lugar estaba supuesto de no tener nada por el trecho de 17 km.
Pero no, allí en el medio de la nada, como un espejismo, aparece un techo y un pequeño galpón, donde un Catalán muy emprendedor, ha abierto un chiringuito con comidas y bebidas, con unas sombrillas y unas mesas, ha hecho un bar que para los peregrinos es como una especie de bendición.
 
Bien comidos y bien bebidos, seguimos viaje, después de que Jordi tuviera una larga charla en catalán con su coterráneo.
El calor se volvió intenso y los arboles inexistentes, sol, tierra, extensiones de plantíos de granos y mucho polvo, son nuestros compañeros hasta Calzadilla de las Cuezas, que se nos aparece de frente como si fuera otro Hontanas, con sus casas de barro y apariencia de película del oeste.
El pueblo no justificaba más que el paso rápido, así que después de tomar una cañita  en el bar del lugar, retomamos la ruta rumbo a Ledigos y después a Terradillos de los Templarios, que sería nuestro final de etapa.
 
En mi mente todavía perduraban los tesoros que había encontrado en Carrión de los Condes, pase toda la ruta pensando y tomando notas mentales sobre lo que más adelante tendría que estudiar, sobre este lugar que me impresiono tanto. La vinculación al Poema del Cid, los templarios, la masonería, de la cual encontré muchos signos muy evidentes y algunos medianamente ocultos. 
 
También quedaban en el tintero la maravillosa biblioteca Jacobea de San Zoilo y las historias sobre la Cañada Real Leonesa, una ruta que por siglos fue utilizada por los pastores, que llevaban sus rebaños de León a Extremadura y viceversa. 
 
¿Cuántas vidas discurrieron alrededor de esta Vía Aquitania? Fue utilizada para la guerra, la paz, el comercio y hoy, miles de peregrinos la recorren, mientras se quejan del calor, del frio, de la distancia y de los guijarros que lastiman sus pies. Todo esto lo pienso hoy que estoy escribiendo, mientras estaba ahí, lo tome como algo que no hay más remedio que hacer para llegar a Santiago.
 
!Hay que tontos que somos los hombres! Siempre vivimos mejor los momentos, cuando los tenemos en el pasado. 
 
Esta etapa la pongo en el debe, la tengo que hacer otra vez, más lentamente y concentrándome en la cabeza y no en los pies, ya que ellos son solamente un medio de transporte.
 
Por hoy los dejo con unas fotos, que no son muchas, en la próxima les cuento de Los Templarios y su pueblo, de las casas e iglesias de barro y Jacques de Molay, el ultimo jefe supremo de los Templarios.
 
Síganme de cerca que después de tomarnos unas cervezas con Javi, Jordi, Ana y la barra, hasta Santiago no paramos.