El 3 de octubre regrese a casa, todo magullado físicamente, porque el esfuerzo fue grande, pero recontento de haber logrado la meta que me había propuesto. Desde ese día hasta ahora, estuve en plan recuperación, física y mentalmente. Ahora, ya más tranquilo, intentare volcar fotos y memorias, como siempre lo hago, como una especie de archivo para mí mismo, pero para aquellos que de cualquier manera siempre me siguen en El Corral, espero que lo disfruten, aunque sea repetitivo.

Trataré de llevarlos desde St. Jean de Pied du Port en Francia hasta Santiago de Compostela en ancas de mi memoria, y con fotos que me ayudaran a recordar y recrear lo vivido...Buen Camino!!!

Juan Alberto Pintos

Desde las ruinas a los verdes de Palencia

El dejar Hontanas fue una alegría, a pocos kilómetros de camino, nos encontramos con algo hermoso. El antiguo Convento de San Antón, unas ruinas que le brindan un arco de triunfo a la carretera. Se puede apreciar que este majestuoso edificio que data de 1146, por su envergadura y ubicación, tiene que haber sido un lugar maravilloso para los peregrinos de la época. Hoy día cuanto te vas acercando, la aparición parece espectacular. En los últimos años, este lugar está siendo administrado y operado por un grupo privado, que de a poco ha ido recuperando las ruinas y sus alrededores, los gastos operativos salen del albergue y algunas donaciones de la Provincia.
En la nota anterior me preguntaba cómo evitar Hontanas, parece que ya lo encontré, caminare 3 kilómetros mas para llegar a este lugar que me intriga y me seduce.
Con los pies muy doloridos y las botas que empezaban a perder su forro interno, seguí camino rumbo a Castrojeriz, una coqueta población con dos o
tres iglesias importantes y un antiguo castillo que desde una colina domina el paisaje. Angostas calles de piedra que parecen estar diseñadas en forma de medialuna, me depositaron en la Plaza Mayor, donde después de un buen desayuno, conseguí un negocio que tenia la tan ansiada “cinta americana” (duct tape), que hacía dos días buscaba para reparar un poco el interior de las botas. Como siempre, con mi conocido espíritu de sobreviviente, logre reparar un poco el calzado y de ahí en adelante pude andar un poco más cómodo.
La alegría y la sonrisa me duro hasta que arribamos al Alto de Mostelares, una subida que martiriza en poco trecho el espíritu y el físico del peregrino. Realmente un alto que a pesar de no ser muy largo, con su acentuada pendiente, te asusta y ataca los sentidos. Al pie, me saque una foto para que mi familia me viera antes de que la parca me derrumbara a medio camino… pero como tantas otras veces, sobreviví.

Los campos dorados y ocres nos acompañaron por horas, hasta llegar a la fuente del Piojo, donde encontramos los únicos arboles para abatir el sol, desde que habíamos salido de Castrojeriz. Un vecino de la zona tenia sobre una mesa bebidas y comidas para los peregrinos, tome una Coca Cola, para no perder la costumbre, rellene la botella de agua y descanse un rato a la sombra y sobre un banco de picnic. Casi entre dormido, pensaba en el Convento de San Antón, que me había quedado en la mente.

Una hora después de retomar la marcha, nos topamos con una vieja iglesia, San Nicolás, un albergue hoy día operado por una confraternidad italiana, justo junto al rio Pisuerga, donde entramos a la Provincia de Palencia.
Por días hemos caminado por inmensidades de campo, sin ver gente ni tractores trabajando, la desolación total y ausencia de gente viviendo en el campo me llamaba la atención, pero al cruzar el rio, fue como si hubieran abierto las puertas a otro mundo. El verde de los plantíos de remolacha azucarera, los tractores y los sistemas de riego, apagando la sed de los maizales, parece que te querían decir que te despertaras, mira que has llegado a Palencia, tierra rica y productiva.
El ver  a los locales trabajando sus tierras, me levanto el espíritu, desde este lugar en adelante, casi terminaban los áridos campos y los caminos sin sombras o cambio de matices. Llegar a Boadilla del Camino se hizo fácil, el aire parecía más fresco, una brisa me lavaba la cara, me estaba recuperando, esa noche en el albergue Titas encontraría el descanso que me faltaba.
Sigan mirando las fotos, yo voy a cargar mis pilas y después… hasta Santiago no paro.