La llegada a Carrión de los Condes, después de la hermosa experiencia en la Iglesia, fue una sucesión de caminos al borde de carreteras, el calor y los treinta y pico de kilómetros ya empezaban a notarse cuando divisamos las torres del pueblo. Mientras nos acercábamos, con Jordi habíamos decidido que aquí trataríamos de quedarnos en un hotel o algo mejor que los albergues, para descansar y dormir tranquilos.
Las cosas pasan porque tienen que pasar, a la entrada nos encontramos con una persona que daba información sobre hospedaje, nos recomendó ir a un hotel en la calle principal, allí nos dirigimos, entramos y a medida que avanzábamos, el lugar se volvía más lúgubre y oscuro, subimos unas escaleras y fuimos invadidos por el olor a mugre y tabaco. Nos registramos, pagamos y yo cada vez me ponía de mas mal humor, ni recuerdo lo que dijo la persona que nos estaba mostrando nuestras habitaciones, pero me cayó mal, inmediatamente le dije a Jordi que yo ahí no me quedaba, el estuvo de acuerdo conmigo, así que nos hicimos devolver lo pago y salimos raudos.
En la Plaza Mayor nos sentamos en un bar a refrescarnos con una cerveza y comer algo, mientras planeábamos lo que íbamos a hacer. El mozo que nos atendió, ante nuestra pregunta de dónde quedarnos, nos recomendó un hotel muy cercano que se llamaba Monasterio de San Zoilo.
Sin más, volvimos a cargar las mochilas y salimos calle abajo rumbo al rio, donde después de cruzar el puente encontraríamos el majestuoso monasterio. Por la parte trasera se abría un jardín hermoso con unas sombras que invitaban a quedarse a dormir la siesta bajo los árboles.Este hotel, nos había dicho el mozo, era de las Carmelitas Descalzas, al ver la entrada y el lujo con el que estaba montado, pensé que con lo que nos iban a cobrar, las Descalzas, podrían comprar botas de cuero y de taco alto, para pasearse por el pueblo los días de procesión.
Tomamos cada uno un cuarto, ambos estábamos necesitados de un poco de privacidad, de tomarse un buen baño, de caminar desnudo, dormir en bolas y destapados. El lugar era algo maravilloso, después de descansar un rato, salí a recorrer los corredores y pasillos, las obras de arte y los muebles antiguos eran hermosos, grandes ventanales, mosaicos, tapetes, murales, no alcanzaba la vista y el tiempo para mirar todo. Después de caminar como una hora, dentro del hotel, volví a mi habitación, por la ventana veía un gigantesco y hermoso claustro, en uno de los lados, un brocal de pozo antiguo, servía de macetero a un árbol que por su configuración y ubicación, me intrigaba sobremanera.
Salí y me dedique a averiguar por donde se llegaba a ese claustro, desde el mostrador una chica me indica que me acerque a una puerta a mi derecha, que ella la abriría electrónicamente. Lo que encontré del otro lado, era un mundo distinto, como si me hubiera trasladado a la edad media, con solo caminar 10 metros.
Una iglesia de grandes proporciones, era el museo de la historia de los Condes que habitaban el Carrión, tumbas, sepulturas, retablos, altares, un órgano gigantesco, excavaciones de exploración de las antiguas bases de este monumento, que está ahí desde el año 948. Las obras de arte de todas las épocas y las reliquias de San Zoilo, que fueron traídas al lugar en el 1047.
Inmediatamente llame a mi compañero de viaje para que no se perdiera esta maravilla, cuando llegó, recorrimos todos los rincones del lugar, lentamente y disfrutando cada minuto y cada paso. Al final del atrio principal, una puerta nos dejo salir al claustro, donde estaba el hermoso árbol que había visto desde mi ventana, el cual era el causante de que saliera a recorrer el lugar, sin saber lo que me esperaba.
Junto al brocal, me senté en el piso a absorber todo lo que me rodeaba, y en mi mente apareció una imagen que había visto cuando niño. En el libro del Poema del Cid Campeador, una versión ilustrada que yo tenía, en el medio de la casa de la cuñada del Cid Campeador, se encontraba este árbol donde las doncellas se sentaban a la sombra a bordar y descansar. Después de llegar a casa, al final del Camino, me puse a leer sobre el Monasterio de San Zoilo, uno de los datos que recogí, es que el Carrión de los Condes era el lugar donde vivía una familia enemiga del Cid y también de donde era originaria su cuñada.
La estadía en ese hotel fue una experiencia inolvidable, que podíamos habernos perdido, si hubiéramos aceptado estar en el primer lugar l que llegamos, pero soy un convencido de que las cosas pasan porque tienen que pasar, no ha casualidades, el Gran Arquitecto del Universo ya tiene nuestro pasos planeados, lo único que tenemos que hacer es dejarnos llevar, sin temor y con fe.
Por hoy basta, sigue una gran cantidad de fotos, los amigos que siguen estas crónicas en la página www.floridaonline.com.uy , les recomiendo que también visiten www.elcorraldeltordillo.com , ya que el Sr. Director, que tan gentilmente publica mis trabajos, por razones de espacio y tiempo, no siempre pone todas las fotos.
Los dejo… pero vuelvo, porque hasta Santiago no paro.